Cualquier cosa que imaginemos sobre el triunfo del Inmaculado Corazón de María es solo una sombra ante las maravillas que Dios obrará para glorificar a su Hija predilecta, su Madre virginal, su Esposa inmaculada.
Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, nos recuerda que la misión de los elegidos no concluye al entrar en la eternidad; al contrario, su verdadera acción comienza allí. Plinio Corrêa de Oliveira hablaba de la “post historia” de un alma, más profunda y eficaz que su vida terrenal, por brillante que haya sido.
En este contexto, nos preguntamos: ¿cómo interviene la Virgen en los acontecimientos tras su Asunción?
El autor divide la “post historia” de la Santísima Virgen en tres etapas: crepúsculo matutino, aurora y esplendor meridiano. El crepúsculo matutino se extiende desde los inicios de la Iglesia primitiva hasta el auge de la Edad Media. La aurora comenzó con la Revolución, un proceso de decadencia de la civilización cristiana que culmina en nuestros días, marcados por el caos y el ateísmo. El esplendor meridiano comenzará con el triunfo del Corazón Inmaculado de María, precedido, según parece, por un castigo apocalíptico.
Es importante reflexionar sobre esta última fase: el reinado de Jesucristo a través de su Madre.
El autor encuentra difícil expresar con palabras la visión gloriosa que tiene para la Iglesia en el Reino de la Virgen celestial. La Iglesia será renovada y llena de gracia, guiada por el Espíritu Santo, quien actuará en, con, y por medio de María.
Un pasaje de la profecía de Baruc ofrece un atisbo de esta gloria: “Jerusalén, quítate tu vestido de duelo y aflicción, y vístete con el esplendor eterno que Dios te concede… Dios mostrará tu gloria a todos los que habitan bajo el cielo…”. Sin embargo, el plan de Dios será aún más grandioso, superando cualquier imaginación, pues “Él puede hacer mucho más de lo que pedimos o pensamos” (Ef 2, 20). Cualquier idea que tengamos sobre el triunfo del Corazón de María y la glorificación de la Iglesia es solo un esbozo comparado con las maravillas que el Señor realizará para glorificar a su Hija predilecta, su Madre virginal, su Esposa inmaculada.
ANHELOS QUE ANTICIPAN LA INTERVENCIÓN DIVINA
Esa sublime realidad no excluye, sin embargo, otra aún más bella, que el Dr. Plinio ha señalado: «A medida que los justos van engendrando la idea de cómo será el Reino de María, éste se acerca a nosotros» (2). El profetismo no se limita a prever y anunciar, sino que también anticipa y saborea, en cierta medida, los eventos que aún están a distancia.
Cuando Elías recibió la noticia de que una pequeña nube, del tamaño de una mano, se alzaba en el horizonte, vio en ella la promesa de la lluvia torrencial que revitalizaría la tierra de Israel, que había estado estéril por la severa sequía que Dios había enviado como castigo por los pecados del pueblo durante tres años. Inmediatamente ordenó a su servidor que informara al rey Ajab que regresara a su palacio con prisa, para que la lluvia no le impidiera llegar a tiempo (cf. 1 Re 18, 41-46).
Más allá del fenómeno físico, el profeta percibió en aquella nubecilla una prefiguración de la Virgen que traerá a la tierra un diluvio de gracia, no de agua, sino de la misma Fuente divina de la gracia que redimiría a la humanidad, que había quedado estéril debido a la desobediencia de nuestros primeros padres. La bienaventurada Ana Catalina Emmerick (3) relata que Elías, habiendo escogido a tres de sus discípulos, los envió como mensajeros a los pueblos paganos del norte y del sur, e incluso al lejano Egipto, para anunciarles que se prepararan, pues estaba por llegar una virgen de la cual nacería el Salvador de los hombres.
Este episodio nos muestra que cuando ciertas almas son elevadas por la gracia hacia la exaltación futura de Nuestra Señora, deben dejarse guiar con confianza. Aunque puedan quedar por debajo de la realidad completa, su ferviente deseo de ver honrada a la Madre de Dios acelera la manifestación de la justicia y la misericordia divinas.
En consecuencia, el autor pretende desarrollar algunas consideraciones sobre el futuro, basadas en los comentarios proféticos de su maestro espiritual, Plinio Corrêa de Oliveira, con el fin de inspirar las aspiraciones de la gracia que resuenan en el interior de las almas, alentando la esperanza en la intervención divina para el fin del dominio revolucionario y la instauración del reinado de Jesús por María.
LAS ALMAS RESPIRAN A MARÍA
En la expectativa profética del Dr. Plinio, la era mariana será un tiempo de recepción de dones celestiales sin precedentes: «Espero que Nuestra Señora nos conceda dones inimaginables, extraordinariamente aumentados, mucho más bellos y admirables que los conocidos, que ni siquiera sepamos qué decir» (4). Sin embargo, para que esta transmisión de gracias y designios se concrete, la humanidad debe seguir el camino de la Sagrada Esclavitud, tal como lo anduvo María Santísima.
En el Reino de la Virgen, los hombres compartirán en un grado sublime el amor que une al divino Espíritu Santo con Nuestra Señora. Según San Luis Grignion de Montfort, «las almas respirarán a María» (5), es decir, experimentarán el inconmensurable y gratuito amor de la Madre de Dios, y en consecuencia, la amarán con una confianza y devoción profundas. Este afecto inefable dará lugar a un discernimiento mutuo de los espíritus, mediante el cual cada uno verá en los demás el reflejo del aspecto específico de la Madre de Dios que está llamado a manifestar.
Este proceso solo se realizará a través de un vínculo de esclavitud espiritual estrechísimo con la Soberana del universo, caracterizado por admiración, veneración y ternura, así como una disposición radical para el servicio, la obediencia y el sacrificio. De este modo, toda la sociedad será elevada a un nuevo nivel de vida sobrenatural, cumpliendo plenamente las palabras de San Pablo: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva» (2 Cor 5, 17). En la opinión pública brillará la imagen y semejanza de Jesús, mediada universalmente por María.
¿CÓMO DEFINIR EL REINO DE MARÍA?
En función de esta perspectiva, el Reino de María se define como el reinado de la clemencia, la piedad y la dulzura de Nuestra Señora. Será una era histórica en la que su espíritu estará presente en cada criatura, y su amor cubrirá toda la tierra como una niebla suave y discreta. Así como en la actualidad se percibe en todas partes el hálito pestilente de la Revolución, caracterizado por la rebelión, el igualitarismo y la sensualidad desenfrenada, durante el Reino de María se respirará el dulce aroma de la presencia y las virtudes de la Reina celestial, tanto en las almas como en los ambientes, en las costumbres e incluso en las civilizaciones.
San Luis Grignion de Montfort (6), gran profeta y apóstol de María, explica que la Virgen engendrará en las almas de los defensores de su reinado una santidad tan sublime, al participar de sus propias virtudes, que en el orden de la gracia se comparará a la proporción de los cedros del Líbano con respecto a los arbustos, en contraste con los santos de épocas anteriores.
A estos elegidos, la Virgen se mostrará y se entregará en su totalidad como nunca antes lo ha hecho. Habrá un momento en que cada uno de sus hijos y esclavos la verá transfigurada ante sí y experimentará los torrentes de amor y misericordia que emanan de su Corazón. Todo quedará limpio, perdonado y restaurado. El Reino de María, máxima realización del Reino de Cristo, estará fundado en las almas.
SE DESVELARÁ EL SECRETO DE MARÍA
Este florecimiento de vitalidad sobrenatural transformará a la Iglesia y a la sociedad en una imagen del cuerpo glorioso de Cristo. Aunque seguirá siendo el mismo y único Cuerpo Místico, estará adornado con nuevas cualidades que le conferirán una luz intensísima. Aunque los hombres seguirán sujetos a las malas inclinaciones instiladas por el pecado original, se espera que en la mayoría de los casos estas tendencias estén sometidas a la razón iluminada por la fe, gracias a una extraordinaria moción de la gracia concedida por la misericordia divina.
Para alcanzar ese grado de santificación y renovación de su Esposa Mística, el Señor realizará algo análogo a lo que hizo con los discípulos después de la Pascua de Resurrección: les abrirá el espíritu para comprender las Escrituras (cf. Lc 24, 45). En ese momento, se desvelará el Secreto de María (7), una verdad conocida pero no completamente comprendida ni amada. En este sentido, el Dr. Plinio afirma:
«Me da la impresión, aunque no puedo estar seguro, de que el Secreto de María será una luz nueva sobre una verdad ya revelada, pero cuya interpretación se volverá particularmente evidente en esa época de la Historia. Tal verdad, contenida en la Revelación oficial, se referiría a la esencia misma de Dios y, a partir de ella, a las relaciones de Dios con la Virgen, con la Iglesia y con todas las almas. En consecuencia, las relaciones de los hombres con el universo—en los ámbitos cultural, político, social y económico—estarán profundamente condicionadas por esta nueva perspectiva, iluminada por una luz especial» (8).
Sin embargo, el Secreto de María no se limitará a la simple comprensión de una verdad, por necesaria que sea, ya que no se ama lo que no se conoce. La clara comprensión de Nuestra Señora provocará en los corazones un efecto similar al experimentado por los discípulos de Emaús al escuchar las enseñanzas del divino Maestro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).
Por una acción de la gracia, ese conocimiento vendrá acompañado de un aumento de amor, devoción y piedad hacia Ella, lo cual, según el Dr. Plinio, resultará en «una cierta unión de pensamientos y canales con María y, a través de Ella, con Jesús, que ahora no entendemos cómo serán. Se trata de algo sublime y misterioso» (9).
DE ESAS GRACIAS SURGIRÁ UNA NUEVA CIVILIZACIÓN
La plena revelación del Secreto de María abrirá las mentes y los corazones a dos aspectos específicos de la Virgen. En primer lugar, se producirá una profunda comprensión de sus relaciones con las tres Personas divinas. A la luz de esta mayor percepción, la interrelación entre las almas alcanzará una dimensión tal que, como explica el Dr. Plinio, «se establecería una especie de paz y tranquilidad entre los hombres, dando lugar a una nueva civilización» (10). Además, se inaugurará una relación con los Corazones de Jesús y de María, marcada por una intimidad hasta ahora inexistente (11).
En segundo lugar, gracias a un desarrollo teológico favorecido por dones insignes y, posiblemente, por gracias místicas, se destacará la mediación universal de la Virgen Santísima y su papel en la salvación de la humanidad, resaltando la suprema excelencia de su santidad. Como corolario, se desvelará el enigmático proceso revolucionario y los falsos profetas que lo sostienen, quienes han oscurecido incluso a la propia Iglesia.
El Dr. Plinio también señala que «esa nueva comprensión abriría a los hombres una amplitud de gracias tal, que daría al vínculo con Ella un carácter tan filial y, al mismo tiempo, tan humilde, que elevaría el nivel de piedad de los fieles y, por ende, del clero, a una altura sólo vagamente intuida por los siglos anteriores. Así, llegado el momento de la revelación del Secreto de María, nuestras esperanzas de santidad se multiplicarán por un millón» (12).
Como resultado, el bien será exaltado como nunca antes y el mal será repudiado hasta sus últimas consecuencias. A medida que esta bendecida era avance y se acerque a su apogeo, se sentarán las bases para que el honor debido al Creador sea plenamente otorgado, y así se pondrá un glorioso término a la Historia.
Extraído, con adaptaciones, de:
«Maria Santíssima! O Paraíso de Deus Revelado aos Homens». São Paulo: Arautos do Evangelho, 2020, V. III, pp. 59-67; 117-129.