Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
¿Quién es el autor de la oración?
Esta bellísima oración fue compuesta por aquel que la Santa Iglesia llama de doctor Melifluo. Este gran santo fue unos de los primeros de difundir la devoción a Nuestra Señora como medianera universal de todo lo creado. Inclusive, el primero de llamar a la Santísima Virgen de Nuestra Señora. El mismo que, arrebatado por una gracia mística, pronunció afectuosísimamente la última frase de la Salve Regina, “O clemente, O piadosa, O dulce Virgen María”. Este santo al cual papas, obispos y nobles acudían pidiendo su consejo, al cual la Providencia le depositó la incumbencia de ser un profeta de sus tiempos, guiando la civilización de sus tiempos a los brazos maternales de Nuestra Señora.
Este santo que a la edad de 21 años se preguntaba, ¿Y para qué estoy en esta tierra? Es el gran San Bernardo de Claraval.
Historia de San Bernardo
Esta pregunta fue luego saciada a través de una visión que cambio su vida. Fue en una Navidad que estando en plenas ceremonias religiosas lo tomó el sueño y vio al Niño Jesús en Belén, en brazos de la Virgen bendita; entonces la Virgen se lo ofrecía a él, Bernardo, para que lo amara y lo hiciera amar de los demás. Desde entonces su deseo obsesivo fue entregarse a la religión y al apostolado.
Así fue como entró a una de las ramas de los benedictinos, acogido por el superior, San Esteban.
A los 25 años, el superior lo mandó a fundar un monasterio. El lugar destinado para este nuevo recinto de vida monástica, un lugar árido y rodeado de bosques… Sin desalentarse, San Bernardo con sus monjes emplearon todos sus esfuerzos para fundar el monasterio y, además, cosechar algo. Este sitio le adquirió el nombre de Claraval, es decir Valle Claro, pues el sol refulgía en él con peculiar intensidad. Este nombre también fue el nombre que quedó asociado perennemente a la figura del gran San Bernardo de Claraval, pues en él el Sol de la Justicia refulge con gran intensidad.
¡Acordaos!
La fuente del celo de este santo es aquella Excelsa Dama que digno traer en su seno al Salvador. Incapaz de contener su amor y admiración, San Bernardo llegó a redactar oraciones que, hasta hoy, expresan eximiamente la maternidad y bondad inconmensurable de Nuestra Señora. Entre estas está la Salve Regina y el Acordaos. Esta última oración es como un reto piadoso a la Virgen de que, si Ella nunca ha desamparado a nadie, tampoco desampare a este hijo que ahora le pide.
Fuentes: https://www.heraldos.org/el-gran-san-bernardo-de-claraval-doctor-de-la-iglesia-el-hombre-de-la-confianza-plena-en-la-virgen/, https://www.facebook.com/heraldosenargentina/videos/294096751886634/